El Pan de la Palabra. DOMINGO 3º DE ADVIENTO C



PARROQUIA Nª Sª DE LA SALUD - SEVILLA - DOMINGO 3º DE ADVIENTO C – 16 DE DICIEMBRE DE 2018
(Tomada de PARROQUIA DE SAN PÍO X)

ORACIÓN PARA DISPONER EL CORAZÓN:

Señor, ven. Quema mis miedos y dame capacidad de ser justo conmigo mismo y con los demás. Sálvame de la añoranza del pasado, para ser capaz de abrirme a las sorpresas de Dios. Hazme vigilante, confiado y prudente, para llevar adelante tus promesas en la dificultad de la vida y en la paciencia de los días. Ayúdame a ser signo vivo de tu Adviento, en el que asome, desde ahora, el alba de tu Reino. Amén.

TESTIGOS DE LA ESPERANZA HOY Y AQUÍ

Hemos descubierto pequeños brotes de esperanza en nuestros barrios y hemos caído en la cuenta de la necesidad de alentarlos, haciéndonos nosotros mismos testigos vivos de esa esperanza, porque hemos de reconocerlo, después de intensas, largas y continuadas luchas, nuestros barrios, siguen siendo reserva natural de la desesperanza. Ya no se trata solo de reivindicar la "voluntad política" de combatir "la pobreza y la marginación", sino de hacer vida esa esperanza.
Para ello, ¿qué podemos hacer? Fijémonos en Juan el Bautista, en una situación parecida: No propone ritos sagrados ni rezos, tampoco da normas y preceptos, sino vivir de una manera más humana, más justa, digna y fraterna, “el que tenga dos túnicas, que dé una la que no tiene; y el que tenga comida haga lo mismo”.
Para ser testigos de la esperanza, podemos hacer muchas cosas, pero nada es tan eficaz y realista como compartir lo que somos y tenemos con esas 2748 familias que no cuentan con recursos para vivir. Ser testigos de esperanza, cuando hay tantas razones para desesperar, sólo es posible si asumimos que nuestra esperanza tiene su fuente en Jesús de Nazaret, que nos lleva a abrirnos generosamente a los hermanos, especialmente a los más débiles.
No seremos testigos de esperanza si no nos afecta lo que pasa a nuestro alrededor; si no luchamos para que en nuestros barrios se realice el verdadero Reino de Dios; si, entre todos y todas, no propiciamos la manera de que cada vecino y cada vecina sea protagonista de sí mismo y artífice de su realización personal, como lo dice el papa Francisco: “No hablamos sólo de asegurar a todos la comida, o un decoroso sustento, sino que tengan prosperidad sin exceptuar bien alguno”.

LA PALABRA DE DIOS:

Primera Lectura: Sofonías 3, 14-18:

En un momento en que el pueblo está sumido en la miseria moral, el profeta anuncia la intervención de Dios, formando un pueblo nuevo. Es la ocasión para invitar a la fiesta. Ya no es Israel el que se goza en el Señor, es Él quien goza con su pueblo.

Segunda Lectura: Filipenses 4, 4-7:

Pablo, en medio de dificultades y ansiedades, invita a la Comunidad a vivir alegres, porque el Señor “está cerca”. Este es el modo de esperar al Señor: la auténtica alegría del pueblo de Dios es Cristo, el Mesías largo tiempo esperado. A los filipenses, Pablo les recomienda: “Alegraos siempre en el señor. Otra vez os digo, alegraos”.

Evangelio: Lucas 3, 1-6:

“En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: ¿Entonces, qué hacemos? Él contestó: El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo. Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: Maestro, ¿qué hacemos nosotros? Él les contestó: No exijáis más de lo establecido. Unos militares le preguntaron: ¿Qué hacemos nosotros? Él les contestó: No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga. El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga. Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio”.

PARA COMPRENDER MEJOR EL TEXTO:

CONTEXTO:
Juan continúa con una predicación que realmente impresiona al pueblo: Hay que compartir, hay que cambiar de vida y de postura ante la vida.

EXPLICACIÓN: En realidad el pueblo pobre no pregunta nada, “está en expectación”. Los que preguntan son los “otros”, los que tienen el poder, el dinero y dominan la cultura y la religión. Y es a ellos a los que Juan les propone el cambio de manera que los pobres pueden ser iguales. Así se realiza la justicia del Reino de Dios: compartiendo.

CONCLUSIÓN: Convertirse significa vivir de manera evangélica, para propiciar un cambio en las condiciones de vida de las personas y de la sociedad. El Evangelio pretende que el oyente de la Palabra de Dios entiendan que la buena noticia entraña una exigencia clara: los que tienen bienes o poder deben compartirlos con los que no tienen nada o son más débiles. Gracias a esta conversión, los pobres y menesterosos son iguales a los otros.

PARA DIALOGAR EN EL GRUPO O EN LA FAMILIA

El papa Francisco, reiteradamente nos está invitando a ser “portadores de esperanza”

¿De qué esperanzas hemos de ser portadores?

¿Qué podemos hacer para que nuestra vida sea portadora de esas esperanzas?

PARA REFLEXIONAR PERSONALMENTE

A la luz de la llamada del papa Francisco a ser “portadores de esperanza”:

¿Qué puedo hacer yo?

PARA ORAR PERSONALMENTE Y/O EN FAMILIA

  • Comienza este rato de oración. Guarda silencio por un momento para escuchar a Juan en el Evangelio… Léelo de nuevo, despacio.
  • Seguro que el Evangelio despierta en ti deseos de ser más portador de esperanza, esto es: más fiel a Dios, más entregado/a a los demás, más servicial, más solidario/a, más defensor/a de la justicia, estar más cerca de los enfermos y de los débiles… Si es así, dale gracias a Dios y pídele que te ilumine para caer en la cuenta lo que has de cambiar en tu vida.
  • Si caes en la cuenta de tu propia debilidad, si no te crees capaz…, recuerda la hermosa respuesta de Juan: “Viene el que puede más que yo… El os bautizará con Espíritu Santo y fuego”. Ponte en las manos del Señor, con confianza. Y termina con esta oración:

Señor, nuestros barrios no son muy bonitos
Hay muchos niños, jóvenes, adultos y ancianos
con hambre de pan, de paz, ternura y de amor.
Muchas personas, por carecer,
carecen hasta de razones para vivir.
No esperan de nosotros oro y plata.
Solo quieren que les digamos que su vida es útil,
que toda vida vale la pena ser vivida,
cuando se vive dignamente para los demás.
Señor, despiértanos, danos tu Espíritu.
Entonces, en tu nombre,
sembraremos esta esperanza
que es tu ESPERANZA.

¿QUÉ TENEMOS QUE HACER?

Esta es nuestra oración hoy, Señor:
Danos a entender qué debemos hacer, aquí y ahora,
para que esta Navidad nos llene de esperanza.
Sin duda tendremos que compartir.

Que el fuego de tu Espíritu queme nuestras fragilidades:
El egoísmo que nos hace soberbios y vengativos,
la envidia que se fija sólo en los defectos,
la pereza que nos arrastra a la comodidad insensible,
la avaricia que nos impide compartir.

¿Hay personas que esperan mi visita?
¿Enfermos…? ¿Solos…? ¿Olvidados de mi afecto…?
¿Hay quien necesita de un poquito de mi tiempo,
de mi atención, de mi reconocimiento…
de mi gratitud, de mi servicio…
de mi ternura, de mi comprensión…
de mi saludo…?

Ven, Señor, y visita mi casa, mi familia;
acércate a la gente de mi barrio…
Habla con cada uno de nosotros,
fortalécenos en tu amor,
danos tu alegría y tu esperanza,
ayúdanos a ser fieles junto a la cruz de cada día.

Que tu venida nos ilusione de nuevo y nos renueve,
que nos levante la mirada más allá de nosotros mismos;
que nos haga ver lo bueno que hay en los demás;
que nos de perspectiva de ese futuro
abierto por el amor del Padre. Amén.

RECUERDA

  • Viernes, 21 de diciembre: Fiesta de Navidad de los niños y sorteo de papeletas
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